La Tribuna

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315 円 (税抜き)

Barquillos Comenzaba a amanecer, pero las primeras y vagas luces del alba a duras penas lograban colarse por las tortuosas curvas de la calle de los Gastros, cuando el se?or Rosendo, el barquillero que disfrutaba de m?s parroquia y popularidad en Marineda, se asom?, abriendo a bostezos, a la puerta de su mezquino cuarto bajo. Vest?a el madrugador un deste?ido pantal?n granc?, reliquia b?lica, y estaba en mangas de camisa. Mir? al poco cielo que blanqueaba por entre los tejados, y se volvi? a su cocinilla, encendiendo un candil y colg?ndolo del estribadero de la chimenea. Trajo del portal un brazado de astillas de pino, y sobre la piedra del fog?n las dispuso art?sticamente en pir?mide, cebada por su base con virutas, a fin de conseguir una hoguera intensa y flameante. Tom? del vasar un tarter?n, en el cual vaci? cucuruchos de harina y az?car, derram? agua, casc? huevos y espolvore? canela. Terminadas estas operaciones preliminares, estremeciose de fr?oーporque la puerta hab?a quedado de par en par, sin que en cerrarla pensase y descarg? en el tabique dos formidables pu?adas. Al punto sali? r?pidamente del dormitorio o cuchitril contiguo una mozuela de hasta trece a?os, desgre?ada, con el cierto andar de quien acaba de despertarse bruscamente, sin m?s atav?os que una enagua de lienzo y un justillo de dril, que adher?a a su busto, anguloso a?n, la camisa de estopa. Ni mir? la muchacha al se?or Rosendo, ni le dio los buenos d?as; atontada con el sue?o y herida por el fresco matinal que le mord?a la epidermis, fue a dejarse caer en una silleta, y mientras el barquillero encend?a estrepitosamente f?sforos y los aplicaba a las virutas, la chiquilla se puso a frotar con una piel de gamuza el enorme ca?uto de hojalata donde se almacenaban los barquillos. Instalose el se?or Rosendo en su alto tr?pode de madera ante la llama chisporroteadora y crepitante ya, y metiendo en el fuego las magnas tenazas, dio principio a la operaci?n. Ten?a a su derecha el barre?o del amohado, en el cual mojaba el cargador, especie de palillo grueso; y extendiendo una leve capa de l?quido sobre la cara interior de los candentes hierros, apresur?base a envolverla en el molde con su dedo pulgar, que a fuerza de repetir este acto se hab?a convertido en una callosidad tostada, sin u?a, sin yema y sin forma casi. Los barquillos, dorados y tibios, ca?an en el regazo de la muchacha, que los iba introduciendo unos en otros a guisa de tubos de catalejo, y coloc?ndolos sim?tricamente en el fondo del ca?uto; labor que se ejecutaba en silencio, sin que se oyese m?s rumor que el crujir de la le?a, el r?tmico chirrido de las tenazas al abrir y cerrar sus fauces de hierro, el seco choque de los crocantes barquillos al tropezarse, y el silbo del amohado al evaporar su humedad sobre la ardiente placa. La luz del candil y los reflejos de la lumbre arrancaban destellos a la hojalata limpia, al barro vidriado de las cazuelas del vasar, y la temperatura se suavizaba, se elevaba, hasta el extremo de que el se?or Rosendo se quitase la gorra con visera de hule, descubriendo la calva sudorosa, y la ni?a echase atr?s con el dorso de la mano sus ind?mitas guedejas que la sofocaban. Entre tanto, el sol, campante ya en los cielos, se empe?aba en cernir alguna claridad al trav?s de los vidrios verdosos y puercos del ventanillo que ten?a obligaci?n de alumbrar la cocina. Sacud?a el sue?o la calle de los Castros, y mujeres en trenza y en cabello, cuando no en refajo y chancletas, pasaban apresuradas, cu?l en busca de agua, cu?l a comprar provisiones a los vecinos mercados; o?anse llantos de chiquillos, ladridos de perros; una gallina cloque?; el canario de la barber?a de enfrente redobl? trinando como un loco. De tiempo en tiempo la ni?a del barquillero lanzaba codiciosas ojeadas a la calle. ?Cu?ndo ser?a Dios servido de disponer que ella abandonase la dura silla, y pudiese asomarse a la puerta, que no es mucho pedir! Pronto dar?an las nueve, y de los seis mil barquillos que admit?a la caja s?lo estaban hechos cuatro mil y pico. Y la muchacha se desperez? maquinalmente. Es que desde algunos meses ac? bien poco le luc?a el trabajo a su padre. Antes despachaba m?s画面が切り替わりますので、しばらくお待ち下さい。
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pudiese bostezos lumbre despertarse evaporar