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El pr?ncipe repiti? su afirmaci?n: ーLa gran sabidur?a del hombre es no necesitar ? la mujer. Quiso seguir, pero no pudo. Temblaron levemente los amplios ventanales, cortados en su parte baja por el intenso azul del Mediterr?neo. Entr? en el comedor un estr?pito amortiguado que parec?a venir de la otra fachada del edificio, frente ? los Alpes. Esta vibraci?n, ensordecida por muros, cortinajes y alfombras, era discreta, lejana, como el funcionamiento de una m?quina subterr?nea; pero un clamoreo humano, una explosi?n de gritos y silbidos dominaba el rodar del acero y los bufidos del vapor.画面が切り替わりますので、しばらくお待ち下さい。
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