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La historia de las peleas de gallos parece remontarse muy lejos en la historia de la humanidad. Tres mil a?os antes de Cristo, hebreos y fenicios consideraban un arte la crianza de estos gallos. La hermosa Cleopatra fue una apasionada criadora de gallos. Se dice que Hern?n Cort?z baj? de su nave con algunos gallos a cuestas, de manera que la presencia del gallo de pelea en Am?rica se remonta al mismo tiempo de la llegada de las carabelas ib?ricas. Sigue siendo enigm?tica la sentencia y petici?n de S?crates poco antes de morir “Crit?n, le debemos un gallo al Asclep?ades. Paga mi deuda y no la olvides”. En la cultura latinoamericana, el tema de los gallos de pelea ha sido poco trabajado, a pesar de su indiscutible importancia antropol?gica. Dijo San Agust?n (354-430) “Vimos gallos de pelea prepar?ndose para el combate…las cabezas dispuestas para la batalla, las crestas levantadas, sus ataques certeros, los h?biles quites; pura acci?n animal sin mente, y, sin embargo, qu? h?bil en cada movimiento; porque una mente superior obra en ellos, orden?ndolo todo. Al final, el derecho del vencedor: el canto de victoria, un cuerpo tenso por el orgullo del poder. Y el rito de la derrota: las alas ca?das, la estampa disminuida; todo coincidiendo de manera extra?a, y por su armon?a con el orden natural de las cosas, bello...”. En los llanos de Venezuela se oye cantar a los gallos en todos los solares. No todos son de pelea, pero galleras hay en muchas partes. Tambi?n las hay en la periferia de algunas ciudades. Pero en general se habla poco del tema. Hay un texto escrito sobre la historia de las peleas de gallo en Venezuela, pero no recordamos un reportaje de prensa escrita ni televisada dedicado a explorar ese mundo, a pesar de su inmensa riqueza antropol?gica y de lo que puede revelar sobre costumbres sumergidas en la historia, la tradici?n social, y a menudo, excelentemente descritas en la literatura. En Do?a B?rbara, la magistral obra de gallegos donde hace la m?s profunda penetraci?n antropol?gica del llanero venezolano que se haya escrito hasta hoy, se plantea el momento en que la madre de Santos Luzardo decide marcharse con su hijo a Caracas, cuando ?ste apenas contaba 14 a?os de edad. Durante una pelea de gallos ocurre un filicidio. “Aqu? te traen a F?lix, acabo de matarlo”, le dice al llegar Don Jos? a su mujer, para entregarle el cad?ver del hijo que trae a lomos de un caballo. Con ello, el problema ed?pico queda planteado en el n?cleo mismo de la novela, pero tambi?n el valor simb?lico del gallo de pelea. A partir de all?, Don Jos? Luzardo decide encerrarse en la habitaci?n del primer altercado que tuvo con F?lix, hasta que le llegue la muerte mirando fijamente la lanza filicida que ha enterrado en el muro. Tambi?n Juan Rulfo trabaj? el tema de la adicci?n y los valores vinculados a la ri?a de gallos en un po?tico relato titulado “El gallo de oro”. Una novela m?s reciente de Francisco Suniaga narra el caso de un alem?n que se asienta en la Isla de Margarita y se hace adicto a la ri?a de gallos. Cien a?os de soledad, la novela magistral de Gabriel Garc?a M?rquez, tiene por psicol?gico el temor al incesto y la tragedia surgida en una ri?a de gallos. Jos? Arcadio Buend?a y ?rsula Iguar?n son un matrimonio de primos que se casaron llenos de presagios y temores por su parentesco y el mito existente en la regi?n de que su descendencia pod?a nacer con cola de cerdo. En una pelea de gallos en la que result? muerto el animal de Prudencio Aguilar, ?ste, enardecido por la derrota, le grit? a Jos? Arcadio Buend?a, due?o del vencedor: “A ver si ese gallo le hace el favor a tu mujer”. La gente del pueblo murmuraba que Jos? Arcadio y ?rsula no hab?an tenido relaciones en un a?o de matrimonio porque ?rsula no quedaba embarazada. Jos? Arcadio Buend?a reta en duelo a Prudencio y lo mata al atravesarle la garganta con una lanza. Sin embargo, su fantasma lo atormenta apareci?ndose repetidas veces en su casa lav?ndose la herida mortal con un tap?n de esparto. As? es como Jos? Arcadio Buend?a y ?rsula Iguar?n deciden irse a la sierra. En medio del camino Jos? Arcadio Buend?a tiene un sue?o en que se le aparecen construcciones con paredes de espejo y, preguntando su nombre, le responden “Macondo”. As?, despierto del sue?o, decide detener la caravana, hacer un claro en la selva y habitar ah?, en el lugar revelado en su sue?o. Casi parece una versi?n latinoamericana del relato b?blico de Abraham conduciendo a los jud?os desde Egipto hasta la tierra de Israel. En la trama literaria de Adhely Rivero se puede leer una versi?n po?tica del criador y de sus gallos en el llano venezolano. No se trata de “literatura” solamente, sino de un relato surgido en el mundo vivencial de Arismendi, su terru?o natal, de profundos registros en sus paisajes interiores. All? aparece Don Elieche Manro: Elieche Manro era misterioso, parco en el hablar, muy solitario. Mi madre le mandaba dos tazas de caf? negro muy fuerte durante el d?a. Cuando me correspond?a el mandado entraba silencioso para o?rlo hablar con alg?n gallo. Atend?a veintisiete gallos de pelea todas las ma?anas, antes de irse al trabajo a desempe?ar su cargo de juez. Se dec?a que apestaba a excremento de ave o aguardiente de ca?a que rociaba con su boca para refrescar el cuerpo del animal. Era de rostro colorado como la piel de un gallo. Viv?a solo en su casa grande en la calle R?mulo Gallegos, frente a mi casa. Misterioso, de poco hablar, pero se comunicaba en secreto con sus gallos. Sab?a cu?ndo estaban listos para el combate. El mundo interior de Don Elieche estaba consumido por la rutina y la soledad, pero se enriquec?a cuando hablaba con sus gallos. No sabemos qu? escuchaba cuando estaba lejos de sus gallos, si ocurr?a un gran silencio o si segu?a escuchando a los gallos que llevaba por dentro, en los rincones de su esp?ritu. Cuando se ama a los gallos, no desaparecen cuando te alejas, sino que siguen cantando como una extra?a sensaci?n de presencia. El gallo es s?mbolo de vida y muerte, de esperanza que se abre con el amanecer del d?a y de pasi?n rabiosa que quiere ver la sangre del adversario extra?da a punta de pico y espuela. En el c?rculo del combate, la batalla es a muerte, all? ocurre una transmutaci?n del hombre en gallo y del gallo en hombre. Gallo/hombre y hombre/gallo que va y retorna en juego de espejos del ruedo a la grada, desde que la ira se va apoderando de uno y otro, dejando atr?s el razonamiento y los sentimientos suaves, para dar paso al derroche de energ?a y rabia caracter?sticos del energ?meno en que se va transformando el apostador. Con cada espuelazo se incrementa la tensi?n que debe terminar con la vida del m?s d?bil. Es por eso mismo que no cesa la presencia del gallo en el mundo subjetivo del gallero: Nadie se queda absorto ante la matanza de unos gallos. No temo echarme una vaina por venganza u hombr?a. Los galleros somos de una raza particular como los gallos. Yo tengo la raza de los apure?os, indio revuelto con P?ez, es una raza de gente con la sangre salitrosa. Arismendi es un pueblo tendido en un llano de sol y silencio. Hay pocas calles, poca gente y pocas cosas. Las ventanas de las casas dan a la calle, pero nadie se asoma a los postigos para mirar la vida al interior de las casas. El peat?n y el jinete son subjetividades similares, que saben por lo que sienten y no por lo poco que se oye u observa dentro de las casas… Don Elieche caminaba silencioso por los aleros de las casas del pueblo, para evitar el sol que lo tornaba colorado intenso en sus mejillas. Lo invitaron a las ferias de El Ba?l a unas peleas, all? se encontr? con el doctor Estanislao Mej?a, profesor de la Universidad y juez en el estado Carabobo, quien ten?a un ojo defectuoso, a su espalda le dec?an tuerto, un hombre delicado y con poder. Don Elieche para intrigarlo cuando presentaban los animales en medio de la gallera, le agarraba la cabeza a su gallo y dec?a: doctor Mej?a el gallo [m?o ve bien. En el desarrollo de la refriega su gallo recibi? una espuela y [perdi? la pelea, molesto le grit?: doctor todo tuerto es malo. A lo que el juez inmutable contest?: as? es colega y sonri?. La tensi?n po?tica de Gente ?ngrima atraviesa todo el relato. En el habla castellana de Hispanoam?rica se conoce la expresi?n “?ngrimo y solo”, ambas palabras significan casi lo mismo, pero juntas en una sola frase, expresan el colmo de la soledad. El yo po?tico de Adhely Rivero absorbe la vida interior del gallero, el gallo, las calles solitarias de Arismendi en plena can?cula del mediod?a y la derrota final en Barquisimeto, donde hay m?s cosas, pero tambi?n mayor soledad para Don Elieche, quien, vencido por los a?os, termina con dos gallos enjaulados por toda compa??a. El lector tambi?n viaja como un peregrino por su propia geograf?a interior guiado por la palabra ?ngrima y sola del poeta, se junta a sus para?sos subjetivos y calla en religioso silencio el misterio de Don Elieche. Por Carlos Rojas Malpica. Valencia, febrero de 2022.画面が切り替わりますので、しばらくお待ち下さい。
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